corazones. Se extiende desde las profundidades del
infierno hasta las alturas del cielo.
No hay un sólo lugar que no toque, no hay tristeza que
no alivie, ni vacío que no llene con abundancia.
Pero debemos encontrar la sanación interior antes de
poder extenderla hacia los demás. Debemos aprender a
amarnos y aceptarnos a nosotros mismos, antes de
compartir ese amor con aquellos que están cerca de
nosotros.
Mientras más amemos, más se abre ese círculo de
sanación, y al final, no hay nadie que se quede afuera….
Esa es precisamente la expiación.
Siempre hemos tenido el potencial para encontrar paz.
Solamente debemos permitir que se dé. Sólo
necesitamos sentir su presencia en nuestros corazones.
Cada uno tiene su propio rol que desempeñar en la
Expiación.
El mensaje siempre ha sido el mismo para todos: “El
hijo de Dios no tiene culpa”. Cada uno enseña y
aprende este mensaje de diferente manera. Pero hasta
que lo enseña y lo aprende, deja de sentirse incompleto.
Cada vez que liberes a una persona de la culpa,
experimentarás tu propia inocencia. Y sentirás una
mayor confianza y seguridad cada vez que incluyas a
alguien más en ese círculo de perfecta paz.