¡AMADO DIOS! YO:

Estoy aquí únicamente para ser útil. Estoy aquí en representación de Aquel que me envió. No tengo que preocuparme por lo que debo decir ni por lo que debo hacer, pues Aquel que me envió me guiará. Me siento satisfecho de estar dondequiera que Él desee, porque sé que Él estará allí conmigo. Sanaré a medida que le permita enseñarme a sanar. [UCDM - LT, Cap. 2, 18.2 - 18.6]

♥ Una excelente obra ♥

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viernes, 21 de junio de 2013

¿Hasta cuándo?

¿Fuiste traicionado, maltratado, abusado? ¿No recibiste suficiente amor? ¿Tuviste carencias, falta de cuidado y aceptación? ¿Has tenido fracasos, tropiezos, pérdidas? ¡Todo eso parte de la vida! Sin embargo, la vida es perfecta tal y como es. Tu pasado ya no puede ser cambiado. Tu historia, dolorosa o feliz, ¡ya no puedes cambiarla! ¿Te gustan tus sentimientos actuales? ¿Te agrada lo que la vida te devuelve hoy? Si la respuesta es no, ¿qué esperas para hacerte responsable de tu vida y de tu felicidad? Si realmente quieres ser feliz, necesitas sanar tu autoestima y recuperar el asombro por la vida. ¿Puedes sentir el latido de tu corazón? ¡Siéntelo! ¡Estás vivo! Entonces, ¿por qué vivir como muerto en vida?, ¿por qué arrastrar cadenas invisibles que sólo tú puedes romper?, ¿hasta cuándo seguirás poniendo tu bienestar y tu valor en manos de otros?, ¿hasta cuando dejarás de criticarte y de no aceptar tu cuerpo, tu trabajo, tu familia, tu edad, tu vida?, ¿hasta cuándo quieres seguir dormido en la inconsciencia, en el desánimo, en el egoísmo, en el miedo, en la victimes, en la rutina, en tus enfermizos hábitos y adicciones?

Quizá olvidaste quién eres y te extraviaste dejándote manipular por los medios de comunicación, por los falsos y vacíos modelos de escaparate; te dejaste seducir por alcanzar un frívolo éxito que jamás llenará tu vacío interior. Permitiste que tu mente y tu corazón fueran robados, deformados, prostituidos por falsas creencias y mentiras; por una realidad distorsionada del mundo, de ti mismo. Dejaste que otros decidieran por ti, que controlaran tu visión y tu sentir. ¿Acaso estás moribundo o inconsciente? ¿Acaso no fuiste dotado de dones y talentos? No, ¡estás vivo!, ¡eres valioso y capaz!, ¡eres un milagro! Entonces, ¿hasta cuándo seguirás comportándote como un minusválido emocional?, ¿hasta cuándo seguirás desperdiciando la vida que fue soñada para ti? ¡Despierta! ¡Acéptate! ¡Respétate! ¡Ámate! ¡Suelta el pasado! ¡Perdona! ¡Libérate! ¡Sé agradecido! ¡Sé feliz!  (Autor: Fernando Rodríguez Gamboa)

sábado, 15 de junio de 2013

El significado de la enfermedad.

 
La enfermedad permanece como uno de los más apremiantes testigos del ego en su caso contra Dios. Sirve efectivamente el propósito del ego de dirigir nuestra atención hacia el efecto y no hacia la causa y hace que el cuerpo le parezca real, autónomo a la mente y, por lo tanto, fuera de nuestro control.
Comencemos con una definición adecuada: la enfermedad es un conflicto en la mente que se desplaza sobre el cuerpo. Independientemente de los muchos conflictos aparentes que nos acosan, en realidad sólo hay uno: el conflicto entre el ego y Dios. En verdad, no existe tal conflicto, pues Dios ni siquiera reconoce la existencia de lo que es inherentemente ilusorio. Para el ego, no obstante, la guerra en contra de Dios es muy real y mientras más nos identifiquemos con su sistema de pensamiento, más nos identificaremos con la creencia de que nuestra mente es un campo de batalla. Este conflicto básico descansa sobre la creencia en la separación, la cual nuestra culpa nos recuerda continuamente. La enfermedad, por lo tanto, es la proyección de esta culpa, la misma dinámica que observamos en la ira donde la culpa en nuestras mentes se proyecta sobre los cuerpos de otras personas. En la enfermedad esta culpa se proyecta sobre el nuestro. Para el ego, no existe diferencia acerca de quién es el objeto de su proyección, mientras alguien pueda servir para distraernos del verdadero hogar de la culpa en nuestras mentes.
Esta proyección de la culpa se puede entender de tres maneras. Primero, al atacarnos a nosotros mismos el ego procura expiar nuestra naturaleza pecaminosa y expresa nuestra negociación inconsciente con Dios de castigarnos a nosotros mismos, en vez de permitir que Dios nos castigue. Como afirma el Curso: “La enfermedad es una forma de magia. Quizá sería mejor decir que es una forma de solución mágica. El ego cree que castigándose a sí mismo mitigará el castigo de Dios” (T-5.V.5:4-6). Nuestro cuerpo sufrido, con el cual nos identificamos, se convierte en el precio que pagamos por nuestro pecado, con la esperanza de que esto satisfará al Padre iracundo que creímos haber atacado en nuestra separación de El. Puesto que “las defensas dan lugar a lo que quieren defender”, este mecanismo del ego simplemente refuerza nuestra culpa y “apacigua” al dios que fabricamos, quizás, pero a duras penas apacigua al ego cuyo deseo por la culpa es insaciable.
Segundo, no es suficiente que nos ataquemos, pues el ego continuará su progresiva búsqueda de chivos expiatorios. En una de las secciones más poderosas de Un curso de milagros leemos:
 
 
Siempre que consientes sufrir, sentir privación, ser tratado injustamente o tener cualquier tipo de necesidad, no haces sino acusar a tu hermano de haber atacado al Hijo de Dios. Presentas ante sus ojos el cuadro de tu crucifixión, para que él pueda ver que sus pecados están escritos en el Cielo con tu sangre y con tu muerte, y que van delante de él, cerrándole el paso a la puerta celestial y condenándolo al infierno... Tu sufrimiento y tus enfermedades no reflejan otra cosa que la culpabilidad de tu hermano, y son los testigos que le presentas no sea que se olvide del daño que te ocasionó, del que juras jamás escapará. Aceptas esta lamentable y enfermiza imagen siempre que sirva para castigarlo. Los enfermos no sienten compasión por nadie e intentan matar por contagio. La muerte les parece un precio razonable si con ello pueden decir: “Mírame hermano, por tu culpa muero”. Pues la enfermedad da testimonio de la culpabilidad de su hermano, y la muerte probaría que sus errores fueron realmente pecados. La enfermedad no es sino una “leve” forma de muerte; una forma de venganza que todavía no es total. No obstante, habla con certeza en nombre de lo que representa. (T-27.I.3:1-2; 4:3-9)
La necesidad del ego de proyectar la culpa es doblemente servida: primero proyecta la culpa sobre nuestro propio cuerpo y nos enferma como castigo por nuestros “pecados”. Luego trata de proyectar la responsabilidad de nuestro sufrimiento sobre otras personas. Detrás de cada forma de aflicción física se encuentra el nombre de alguien a quien juzgamos responsable de ella. No importa quién sea la persona, o si él o ella está vivo siquiera. Generalmente la acusación es inconsciente, pero en ocasiones estamos conscientes de un placer secreto que se deriva de acusar a alguien más por nuestra enfermedad. “Debido a lo que me has hecho, ahora estoy enfermo”.
El tercer uso que el ego tiene para la enfermedad es como “una defensa en contra de la verdad”. Como afirma el libro de ejercicios:
 
 
La enfermedad es una decisión. No es algo que te suceda sin tú mismo haberío pedido, y que te debilita y te hace sufrir. Es una decisión que tú mismo tomas, un plan que trazas, cuando por un instante la verdad alborea en tu mente engañada y todo tu mundo parece dar tumbos y estar a punto de derrumbarse. Ahora enfermas, para que la verdad se marche y deje de ser una amenaza para tus falsos castillos. (L-pI.136.7)
La verdad es espíritu, nuestra Identidad y única realidad. A medida que avanzamos en nuestro camino espiritual y progresivamente reconocemos que el único significado de este mundo radica en ayudarnos a recordar nuestro verdadero Hogar, el ego atacará esta verdad por medio de reforzar nuestra identidad física. Uno de los medios más poderosos para lograr esto es enfermarnos. Si sentimos dolor, hacemos el cuerpo real; si el cuerpo es real, el espíritu no puede serlo. De este modo el ego se pone a salvo del “ataque” de la verdad.
La enfermedad, pues, es intencional. Es un “método, concebido en la locura, para sentar al Hijo de Dios en el trono de su Padre” (M-5.I.1:7). Refuerza la creencia en la separación, la cual hizo en primer lugar que surgiera la culpa que sirve de fundamento a la decisión de enfermarnos. El círculo vicioso de culpa y ataque del ego se mantiene en esta forma. Alguien, por ejemplo, que se siente llamado por el Espíritu Santo para que propague Sus palabras de verdad repentinamente puede desarrollar un caso de laringitis, o dolencias de la garganta aún más serias, como parte de la intención del ego de castigarlo por su “pecado” de decir la verdad en contra suya. Una mujer temerosa de “dar el próximo paso” en su camino espiritual puede caerse y fracturarse el tobillo, o desarrollar flebitis u otra dolencia de los pies. Aunque los síntomas no siempre necesitan ser tan obvios como en estos ejemplos, si uno procurase descubrir el significado de cualquier síntoma específico, encontraría que su forma refleja el tipo específico de falta de perdón que yace sepultado en la mente del ego. Tal discernimiento, sin embargo, no sana, pues el perdón debe elegirse primero en lugar de la culpa. Desperdiciar horas interminables en la búsqueda de tal discernimiento puede muy bien servir a la astuta estrategia del ego de “buscar y no hallar”. Es el contenido detrás de la forma lo que es esencial.
Por lo tanto, vemos que la enfermedad no es diferente a cualquier otra forma que refleja el propósito del ego en el mundo. Ya hemos discutido que el mundo físico no es nada más que la proyección del pensamiento de separación subyacente. Así pues, el cuerpo simplemente lleva a cabo los deseos de la mente, puesto que no tiene ningún poder en sí mismo. Como afirma el Curso: “Sólo la mente puede errar. El cuerpo sólo puede actuar equivocadamente cuando está respondiendo a un pensamiento falso” (T-2.IV.2:4-5), pues “la enfermedad, no obstante, no es algo que se origine en el cuerpo, sino en la mente. Toda forma de enfermedad es un signo de que la mente está dividida...” (T-8.IX.8:6-7). Nuestra dificultad para aceptar esta sencilla verdad da testimonio de nuestra íntima identificación con el sistema de pensamiento del ego que nos equipara con el cuerpo. Creemos que el cuerpo es autónomo, vulnerable a fuerzas fuera de sí mismo y capaz de ser “sanado” por otras fuerzas externas. Dentro de las leyes del mundo del ego nuestros cuerpos son vulnerables y las leyes de la enfermedad así como las leyes de la medicina sí prevalecen. No obstante, prevalecen porque creemos en ellas, no porque sean ciertas.
Hay un famoso relato que ilustra este punto. Samuel Johnson, el hombre de letras británico del siglo 18, paseaba con el Obispo Berkeley, el filosófico idealista. Debatían la creencia de Berkeley de que el mundo material es ilusorio y para recalcar su posición el Dr. Johnson le dio una patada a un árbol y exclamó al sentir el dolor: “¡Eso es lo que a la ilusión se refiere!” Lo que Johnson falló en reconocer, sin embargo, fue que su pie era tan parte del mundo ilusorio como el árbol. Este hizo lo que la mente de él le ordenó que hiciera. Por hallarse dentro del mundo del ego, su cuerpo estaba sujeto a la leyes del mundo por lo cual sintió dolor. Es únicamente cuando elegimos el milagro y podemos decir y verdaderamente creer que “no me gobiernan otras leyes que las de Dios” (L-pl.76) que los efectos de las leyes del ego desaparecen: “Los milagros despiertan nuevamente la conciencia de que el espíritu, no el cuerpo, es el altar de la verdad. Este reconocimiento es lo que le confiere al milagro su poder curativo” (T-1.I.20)
La enfermedad se puede entender, por lo tanto, como un problema de la mente y no del cuerpo. Es una interpretación acerca del cuerpo que afirma que la separación de Dios es un hecho. Puesto que se necesitan dos personas para dar testimonio de la separación, también se requieren dos personas para hacer una enfermedad: una que crea que está enferma y otra que apoye tal creencia. “Ninguna mente puede estar enferma a menos que otra mente esté de acuerdo en que están separadas. Por lo tanto, su decisión conjunta es estar enfermas” (T-28.III.2:1-2). Si usted desarrolla síntomas físicos y yo comparto su creencia de que está enfermo, entonces yo estoy tan enfermo como usted, pues comparto la creencia en la separación que es la enfermedad. Ahora la curación es necesaria para ambos.
La dificultad en aceptar una visión de la enfermedad tan aparentemente ridícula se supera cuando somos capaces de romper nuestra asociación entre la enfermedad y el cuerpo físico o psicológico. La enfermedad se redefine aquí como que existe únicamente en la mente que cree en la separación, sin que importe la forma en que pueda manifestarse esa creencia. Esta diferencia en cómo se ve la enfermedad se refleja en las opiniones sobre curación que la definición de enfermedad genera.
 
Extracto del libro “El perdón y Jesús: El punto de encuentro entre Un Curso en Milagros y el Cristianismo”, de Kenneth Wapnick, Ph.D., Cap. 3, El significado de la enfermedad, Págs. 100/105
 

lunes, 3 de junio de 2013

...Eres salud eterna!!

La enfermedad es creada por Tí!! El cuerpo físico reacciona, se revela, siente dolor y eso ocurre cuando tenemos presiones en: la familia, en la amistad con otras personas al hacerte participar de sus opiniones y juicios... Nuestro cuerpo nos da un mensaje cuando enfermamos. Y esto puede ocurrir también cuando no actuamos correctamente, cuando no somos generosos, cuando somos rencorosos,cuando hacemos juicios o críticas a los demás y no generamos Alegría, cuando somos duales al pensar, cuando no Amamos al prójimo….o cuando no eres feliz porque no tienes dinero,por no posees la mejor casa, auto, ropa,familia, etc. etc.
La felicidad y la salud, la podemos hallar haciendo felices a los demás en pequeños detalles... dando un abrazo a un ser querido, regalando una flor, dejando de decir lo que no sientes y así harás, buen uso del silencio,pràctica la caridad, ayudando a un vecino, amigo o pariente,dejando que los demas, tengan la razón, diciendo una palabra de aliento, escuchando al otro, haciendo siempre el bien, Amando al otro, y dando sin recibir a cambio... Uno puede lograr todo lo material que cree que le va a ser más feliz, pero después descubre una vez alcanzado todo lo que ha deseado en la vida.. Sientes que hay que seguir en la búsqueda...¿Y qué es lo que buscas y es tan difícil de encontrar para ser FELIZ? Resp: BUSCAS LA PAZ! .... y está búsqueda culmina cuando te encuentras con DIOS , cuando encuentra al ser creado por el AMOR, que hay en cada uno de nosotros... Si no apuntas a DIOS, crearas las enfermedades del cuerpo y del alma!! Tú reconoces quíen eres, cuando te encuentras y meditas en DIOS, cuando PERDONAS, cuando uno RENUNCIA a las creaciones del al ego, al mundo que tú has creado!Cuando uno comienza a comprender al otro, a tolerarlo, cuando aceptas las diferencias, cuando te ves en cada persona que viene a tí! Creas el estado PERFECTO de lo que ERES!! El Hijo(a)PERFECTO, que DIOS Creo!Sólo así descubriendo en cada uno de nosotros a ese "SER", es que vamos a vivir la vida plena y a encontrar el sentido de nuestra existencia en el camino espiritual..¡Hermano,Goza de Salud Perfecta porque DIOS te creó SANO(a)!!

Te Amo como Dios me Ama... Taty

!!CAMINEMOS TODOS HACIA UN GRAN DESPERTAR¡¡

"El Curso de Milagros" es un comienzo,no un
final.Tu amigo, el Espiritu Santo,va contigo.No estamos solos El siempre nos
acompaña! Cualquier cosa que nos pase o nos preocupe, estoy segura que El nos
guiara para retomar el camino a la Paz...Todo lo que tenemos que hacer es acudir a El y pedir una respuesta y esperar pues El te la dara con mucho Amor ....Ten confianza absoluta!!

Si no crees que ya estás preparado, si piensas que aún no estás listo, deja de pensar. Lee otra vez estas palabras de amor y deja que el sonido del amor se lleve tus preocupa­ciones. Entrégame a mí los pensamientos que aún te perturban y yo te los devolveré transformados por el Amor. No te lamentes por tus pensamientos ni creas en pérdidas de ningún tipo. De esta manera todo lo que ya has recibi­do será recordado en esta hora de la segunda venida de Cristo. (Libro Curso de Amor)

AMADO DIOS :
Te entrego este instante santo
Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz.

1. Y si necesito una palabra de aliento, Él me la dará. 2Si necesito un pensamiento, Él me lo dará también. 3Y si lo que necesito es quietud y una mente receptiva y serena, ésos serán los regalos que de Él recibiré. 4Él está a cargo a petición mía. 5Y me oirá y contestará porque Él habla en Nombre de Dios mi Padre y de Su santo Hijo.(Curso de Milagros)


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